Desprenderse de las facetas que conforman a un ser humano es, sin duda alguna, un trabajo que pareciera imposible. Para el mundo laboral somos un número de trabajador. El mío es 139,345. Para las y los colegas de nuestras entidades, somos investigadoras o tenemos el puesto de técnicas académicas, o somos posdoctorantes, estudiantes, servicios sociales, personal de confianza, personal de base. Cada persona que trabaja en la Universidad es una pieza importante y esencial para que esta institución centenaria pueda continuar con la enorme labor de dar educación a un gran país como el nuestro.
Como mujer y académica, me fue muy difícil dejar el lugar seguro que representaba Ciudad Universitaria, el cual había sido mi segundo hogar por más de veinte años, para trasladarme a la península de Yucatán. No hubiera sido posible sin el entusiasmo de una gran mujer y científica, la Dra. Luisa Falcón, quien me enseñó el camino maravilloso hacia un mundo diminuto. Las circunstancias nos hicieron coincidir y pudimos, entre las dos, conciliar dos mundos biológicos: el macro y el micro, y hemos desarrollado una línea de investigación pionera en México.
Estudiamos la microbiota de la vida silvestre, lo que consiste en entender a los millones de microorganismos (bacterias, virus, arqueas, etc.) que viven en el cuerpo de cada individuo animal o vegetal. En particular, nos interesa conocer los microbiomas que, de acuerdo con Laurice Flowers y Elizabeth A. Grice, representan el conjunto de genomas que interactúan en la microbiota. El microbioma es actualmente considerado un “órgano” esencial, ubicuo y simbiótico por la función que desempeña, no solo para los seres humanos, sino para todos los animales y plantas que habitan el planeta. Una parte significativa de este “órgano” se encuentra en el intestino, en donde la asociación está generalmente enriquecida con especies de arqueas, bacterias, virus y eucariontes.
Andrés Moya y Manuel Ferrer concluyeron en 2016 que la mayoría de estos microbios del sistema digestivo de los animales son simbiontes mutualistas que promueven la salud de sus hospederos al facilitar la asimilación de nutrientes, resistir colonizaciones de bacterias antagónicas a la salud (es decir, que pueden provocar enfermedades), colonizar el sistema inmunitario y estimular una amplia variedad de funciones.
Por otro lado, no es un secreto para nadie que me conozca que mi pasión son los murciélagos. Esta pasión es también herencia de un gran investigador de nuestro Instituto de Ecología, conocido popularmente como “el Bat man de México”, el Dr. Rodrigo Medellín. De tal suerte que las enseñanzas de los dos únicos jefes directos que he tenido me llevaron por el camino para estudiar la microbiota de animales de vida silvestre, con énfasis en los murciélagos, que han sido mi sujeto de estudio desde hace ya casi veinticinco años.
Estudiar murciélagos y sus microbiomas
Muchas noches salgo con mis guantes de carnaza y mis redes de niebla para atrapar a los murciélagos y recopilar información que ayude a entender la relación de su microbiota con su historia de vida. Por ejemplo, en un estudio que publicamos en 2019 nos dimos cuenta de que las bacterias asociadas a algunas especies de murciélagos influyen en su conducta general, en su apareamiento y en el cambio de dieta en sus diferentes etapas reproductivas, pero también hemos observado que el estudio del microbioma puede darnos pistas de cómo han sido los procesos de especiación, por ejemplo en el murciélago magueyero Leptonycteris yerbabuenae otra publicación en 2020.
Para responder las preguntas que nos planteamos durante nuestra investigación, algunas veces necesitamos tomar un pedacito de piel, y otras, heces fecales. Todas estas muestras diminutas las metemos en unos tubitos especiales y las transportamos en nitrógeno líquido al laboratorio. El nitrógeno líquido sirve para evitar la degradación del ADN. Luego, manteniendo la muestra fría, extraemos el material genético, específicamente el ADN, para analizarlo. Una manera de analizar el ADN es identificando la secuencia de genes particulares en la cadena, como por ejemplo el del 16S ribosomal región V4, que es un gen relevante porque ha sido muy estudiado y nos permite hacer comparaciones entre diferentes tipos de bacterias y arqueas. Aunque estas secuencias se obtienen de la piel o las heces de los murciélagos, podemos identificar en ellas las especies de bacterias presentes en la microbiota y así comenzar a entender esas simbiosis milenarias. Este estudio ha revolucionado el conocimiento de las especies al considerarlas como holobiontes, es decir, seres vivos: animal o planta junto con todos sus microbios simbiontes que funcionan como una unidad ecológica.
La idea del holobionte es un tema que se presta a discusión, toda vez que cuando surgió el concepto de la microbiota, cambió la percepción filosófica de lo que es un humano y de cualquier animal y vegetal. Esto sucedió cuando se descubrió que 50% de las células de nuestro organismo corresponde a microorganismos, la mayoría probablemente aún sin nombre científico.
Quizá los estudiosos de la vida podamos comenzar a entender esta idea de “ser holobiontes”, aunque también deberíamos discutir sobre el concepto “especie” y cambiar su idea original, definida como los miembros de poblaciones que se reproducen o pueden reproducirse entre sí en la naturaleza, y no de acuerdo a una apariencia similar, ya que, contrario a lo que la comunidad científica ha dicho, la evolución se sucede en el holobionte. En este tema hay mucha tela para cortar y seguramente despertará el interés en conocer más sobre estas teorías.
Aterrizando ciencia
Como mi entusiasmo por los mamíferos alados es enorme, me gustaría que muchas personas los conocieran y los apreciaran. Una posibilidad es a través de los artículos de divulgación que he escrito sobre estos animales, tratando de comunicar ciencia para una gran diversidad de públicos y uniendo las dos áreas del conocimiento (la micro y la macrobiología) de las que estoy enamorada. Un ejemplo es mi artículo “La microbiota: un paradigma revolucionario” (en el que explico la interacción del murciélago magueyero y su microbiota. Otro ejemplo es “Alcahuetas del amor, las bacterias responsables de la atracción”, el papel de las bacterias como agentes de fermentación en el parche dorsal de los machos para atraer a las hembras.
Además de los murciélagos, en mis artículos de divulgación he abordado otros temas que son sujeto de estudio de mi equipo de trabajo. En particular sobre los estromatolitos, sin querer queriendo estuvimos en La Mañanera del presidente López Obrador, y ocupamos el número uno del top ten de los artículos más leídos en 2022 en la revista Nexos con “Miradas impávidas ante la muerte de los siete colores de laguna Bacalar”, en el que hacemos un llamado a cuidar la laguna y señalamos las causas ambientales que pueden provocar daños irreversibles a los estromatolitos de la laguna Bacalar.
En otro artículo que titulé “La sopa amarilla” abordé el tema del remedio chino para restituir la microbiota con una sopa hecha de excremento.
Durante la pandemia me dio por escribir temas no científicos. Aunque no es parte de mi responsabilidad académica, ha sido importante integrarme a la sociedad yucateca a través de la Red Literaria del Sureste. Los caminos de la vida conducen a senderos inexplorados. Escribo porque escribir se me ha hecho un vicio, como diría Ruy Pérez Tamayo: Inasibele cacoethes scribendi (la incurable manía de escribir).
En los cuatro años y medio que el equipo de trabajo de la Dra. Falcón, estudiantes, posdoctorantes y yo hemos estado en la península, además de realizar investigación básica hemos dado talleres de divulgación de la ciencia en diferentes comunidades rurales para mujeres, escuelas primarias y jardines de niños, con el fin de sensibilizar a la población sobre la importancia que tienen los murciélagos en el ambiente y cambiar una visión negativa de ellos que se incrementó durante la pandemia. También hemos participado en diferentes eventos científicos y culturales que acercan la ciencia a la sociedad yucateca.
Uno de los programas que más me ha conmovido y gustado es el Programa de vocaciones científicas para niñas de Yucatán. En él, las académicas de la UNAM acogimos en laboratorios del campus Yucatán a una niña durante cinco meses y trabajamos con ella para desarrollar un proyecto científico. Fue realmente gratificante ver el entusiasmo de las chicas, ávidas de respuestas y de conocimiento. Considero que la interacción con ellas ha sido un gran acierto porque hemos inoculado en su vida una semillita de la ciencia, han sido partícipes en un estudio y, sin menoscabar su cultura y sus tradiciones, seguramente son ahora unas mujeres diferentes.
Además, hemos impartido talleres de educación ambiental sobre murciélagos y ratones en varias comunidades de Yucatán y Campeche, como se describe en el cuadro 1.