La efusión de afecto y aprecio por Richard Lewontin ha enfatizado la influencia de su trabajo en genética y reconocido su radicalismo político. Mis interacciones con él se dieron en un contexto diferente, en el campo de la agricultura. Su evaluación dialéctica de la penetración del capitalismo en la agricultura sigue siendo uno de los análisis políticos más perceptivos que tenemos acerca del surgimiento del sistema agrícola industrial. En colaboración con Jean Paul Berlan (Lewontin y Berlan, 1986), analizó la economía política del maíz híbrido, ubicando sus raíces históricas en la insaciable necesidad del capital de penetrar en todas las esquinas de la economía, enfrentándose a la naturaleza que se resiste a ser empaquetada y puesta dentro de una fábrica.
El desarrollo del maíz híbrido, y de los cultivos híbridos en general, fue un instrumento ideal para convertir a la semilla en otra mercancía capitalista, pero cancelando efectivamente la capacidad del campesino de guardar semillas de una temporada para la siguiente. Lewontin y Berlan nos dieron un análisis profundo de la historia de esa tecnología en particular, desmintiendo la afirmación de que el incremento en las cosechas para beneficiar a los agricultores era el principal motor de los cultivos híbridos. Su análisis perceptivo sobre la tecnología de las líneas endógamas híbridas llevó a Lewontin a una crítica más general de la agricultura moderna, culminando, quizás, en su picante comentario: “Trabajar el campo es cultivar cacahuates. Hacer agriculturaes convertir el petróleo en mantequilla de cacahuate” (Lewontin, 1982: 12). Su influyente artículo del Monthly Review (Lewontin, 1998) dejó en claro los problemas que enfrentaba el capitalismo para penetrar en la actividad agrícola, en el sentido de que los medios básicos de producción, vistos desde la perspectiva de un analista del siglo xix, no podían trasladarse hacia una fábrica centralizada. En términos más generales, las máquinas se pueden fabricar para cubrir requerimientos de salida en unidades de tiempo arbitrarias y específicas, pero las plantas tardan meses en crecer, los animales a veces tardan años, y un campo de cultivo no se puede llevar fácilmente hacia dentro de una fábrica en el sentido literal del término.
Pero Lewontin fue más allá y reconoció que las empresas agrícolas no se ocupan de los cacahuates, sino de la mantequilla de cacahuate y el petróleo. Él desmenuzó, principalmente para el sistema industrializado del Norte Global, cómo los agricultores se convirtieron en el elemento que construyó la demanda de productos producidos fabrilmente en otros lugares, desde las máquinas cosechadoras hasta los químicos masivamente introducidos después de la Segunda Guerra Mundial. Lewontin también reconoció simultáneamente el otro lado de la ecuación, es decir, que en lugar de producir comida para que sea comida, el agricultor comenzó a producir materias primas para que estas sean procesadas después. Así, el agricultor usa petróleo (p. ej., pesticidas, combustible para sus tractores) para producir materias primas (p. ej., cacahuates), que serán convertidas en “sustancia parecida a un alimento” de producción masiva (p. ej., mantequilla de cacahuate). Así, la agricultura ha sido parcialmente penetrada por el capital, pero no de la misma manera que la producción fabril clásica. De hecho, la operación agrícola en sí misma siguió siendo el principal espacio de aceptación de riesgos del sistema —el granjero pagó precios excesivamente altos por los insumos agrícolas debido a la monopolización efectiva que ejercen los proveedores de dichos insumos, y recibió pagos excesivamente bajos por su producción de nuevo debido al monopolio efectivo ejercido por los compradores de “materias primas”.
La tendencia hacia la verticalización fue la última fase de la penetración del capital, y ha sido una característica continuamente importante de algunos sectores de la agricultura por algún tiempo. Lewontin primero resaltó el papel económico político de la biotecnología en la aceleración de ese proceso. Enfocándose en el eslabón central de toda la operación (los cultivos o animales producidos en la granja), la biotecnología fue capaz de capturar gran parte de los insumos y de la producción agrícola. En esa transformación el agricultor se convierte efectivamente en un proletario en el proceso, completando la penetración completa del capital en la agricultura.
Si bien este análisis general se ha convertido en la actualidad en un lugar común en las culturas de quienes analizan la agricultura capitalista, fue Lewontin quien lo elaboró por primera vez y nos dotó con la síntesis general dialéctica que incluye la propia historia, las tendencias tecnológicas y la estructura de clase de esa agricultura. En un contexto completamente diferente, la reflexión de Lewontin acerca de cómo la disciplina científica de la biología se organiza generalmente no en torno a leyes, como la física, sino mediante metáforas generalizadoras organizadas (Lewontin, 1991), puede modificarse de forma que resulta útil para reflejar su metodología intelectual subyacente en disciplinas alejadas de la biología, incluyendo la descripción general de la penetración del capital en la agricultura. Ofrezco aquí una versión completamente adulterada de esa tesis en una cita, sustituyendo “biología” donde ha correspondido:
“…cambiamos las metáforas organizadoras cuando es ideológicamente importante y conveniente hacerlo. Cuando la noción de que la naturaleza plantea problemas y nuestro trabajo es resolverlos deja de ser un imperativo político y social, y la cuestión ya no es encontrar una solución de bala mágica a cada problema, sino organizar el mundo de manera en que esos problemas ya no sucedan en primer lugar, entonces cambiaremos nuestras metáforas acostumbradas de la solución de problemas a la prevención de problemas, esto último requiere un conjunto mucho más complejo de metáforas organizadoras asociadas. O te tomas en serio la onceava tesis sobre Feuerbach o no te la tomas en serio. Existen sin duda razones además de las visiones políticas y sociales del mundo para cambiar de metáforas. Yo propongo que, como tema de investigación en la historia intelectual, no nos preguntemos ‘¿cómo rechazamos hipótesis universales?’, sino ‘¿cuáles son las causas del cambio en las metáforas generales mediante las cuales una disciplina intelectual es organizada?’ (Lewontin, 1991: 5097; las itálicas son frases añadidas o modificadas por John Vandermeer de la cita original).